Qué
iluso aquel que pensó que crecer era gastar más talla de pantalón
y tener más palabras que estudiar en cada examen. Qué ingenuo el
que creyó que madurar era esperar tumbado al sol a que los años
dejaran marcas en la piel. Qué inocente. Y qué feliz.
Madurar
es tropezar una vez detrás de otra con la misma piedra hasta saber
cómo caer, no hasta evitar la caída. Madurar es entender que todos
los parasiempres son de mentira. Es entender que la primavera dura un
segundo y los otoños no terminan de irse del todo. Es saber que no
todas las despedidas son garantías de olvido. Ni todos los adiós
son tristes.
Crecer
es sonreír cuando menos motivos tienes para hacerlo. Es tener
cicatrices, recuerdos y esperanza. Y desesperar. Es saber que nunca
es demasiado pronto para unas buenas ganas y nunca es demasiado tarde
para quien tiene unos buenos motivos. Saber que nunca es demasiado.
Y qué irónico
que sea yo quien hable de madurar.
20.