Días largos, besos guarros, se funden sin control.
Encontrarnos en la azotea y bajar los 34 pisos de este hotel desgastándonos en el ascensor.
Salir a correr sin soltarnos la mano.
Volar.
Beberme la noche en tu boca, comerme Madrid en tu piel.
Ver amanecer desnudos en el balcón.
Un chupito de ron.
Allí donde os juntáis tú y los otros siete pecados capitales.
Explotar en posición vertical.
Recordar eso que nos volvió a hacer un nudo en la garganta. Olvidarlo con los ojos cerrados, enredados como auriculares en el bolsillo.
Y todavía sin dormir, buscar estaño para soldarnos.
En el coche, hasta empañar el espejo retrovisor.
Mordisco en el cuello, pelos de punta.
Abandonarnos en la profundidad de las sábanas donde se terminan las discusiones y empieza la guerra, una guerra en la que los dos bandos salen ganando.
Estremecerse ante una caricia en la espalda y seguir sudando hasta perder el conocimiento.
Hasta perder el conocimiento...
No hay comentarios:
Publicar un comentario