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Soy la escritora de mi única novela.

viernes, 24 de junio de 2011

Pongamos que hablo de...

Con sus rascacielos, con sus despedidas, con sus bibliotecas, con sus ascensores, con sus 38 grados a la sombra. Con su Windsor, con sus azoteas, con sus tres millones de habitantes, con su olor a hidrocarburo. Los jueves y las canciones que no hablan de amor y los museos… del jamón. Su línea azul, la gris, la naranja… y hasta la verde. Donde se cruzan los caminos y las miradas anónimas.


Lleno de luces rojas, verdes y amarillas, lleno de vasos de tubo y hasta arriba de madrileños, aunque cueste encontrar alguno. Me rio de Madrid, con sus noches, sus atascos y sus mentirijillas piadosas. Lo mejor de Madrid es que siempre hay algo que hacer. Lo peor es que siempre hay algo que hacer… Donde se mezclan continuamente las citas efímeras y los amigos para toda la vida. Donde llegas sin saber hacer un transbordo y a los cinco minutos ya eres madrileño.





A mitad de camino entre el infierno y el cielo.





















Me voy, pero dejo aquí el ventrículo izquierdo.

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