¿Por qué nadie se ha molestado en hacer una canción que pueda sonar en una de esas noches en las que nos escapamos del mundo real?
Malditas canciones sin argumento, malditas notas vacías que llenan momentos de cómodo silencio.
Y benditos momentos sin banda sonora, que se recordarán por las miradas de primer plano y no por la música que suene a lo lejos.
No necesitamos una canción para que nuestros momentos sean escenas de una película perfecta, porque en nuestro caso, somos los protagonistas los que decidimos el guión.