Las ilusiones son de cristal. Son frágiles, delicadas. Transparentes.
Y se rompen. Se rompen con facilidad, se hacen cachitos pequeños.
Una ilusión puede durar mucho tiempo en pie, pero en algún momento puede desvanecerse. Se cae, se raja, se rompe. Y en ese momento puedes hacer dos cosas: quedarte mirando o intentar pegar los trozos, pero nunca quedará igual, y será cada vez más débil, más feo, más vulnerable.
En realidad también hay otra opción, seguir adelante. Y para seguir adelante tienes que tienes que pisar los trozos de cristal. Y lo tienes que hacer descalzo.
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