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Soy la escritora de mi única novela.

jueves, 27 de enero de 2011

Delírium

He estado pensando en la infravaloración de los tequieros, en la debilidad del concepto amor y en la fragilidad de los sentimientos. Aunque suene contradictorio, odio los tequieros. Los odio porque nadie los utiliza con propiedad y ya han perdido todo su significado, si es que alguna vez lo tuvieron. También odio a los que usan demasiado este consagrado eufemismo, porque la frecuencia de su uso es inversamente proporcional a la capacidad para usarlo. También odio a los que no entienden esto. ¿Y el amor? El amor es un invento de la sociedad. Es otro jodido eufemismo, cuyo verdadero objetivo es justificar la necesidad de evitar la soledad. Respecto a lo que sentimos… sí, sentimos cosas, sentimientos fuertes, emociones intensas, pero el problema es que no sabemos llamarlos por su nombre. Porque ningún sentimiento debería tener nombre.

































"El amor es abstracto, sólo la locura y el pecado hacen resaltar sus infinitos colores."Anónimo




viernes, 21 de enero de 2011

No mires

Anoche, tirada en la cama, mirando al techo, con la luz dada. Me pregunté algo que hizo que se me encogiera el estómago. Se me presentaron mis pensamientos como si fueran cartas que alguien estuviera barajando. Y sé que ni con trampas voy a ganar esta vez. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Demasiado existencial para una noche de luna llena.
No puedo dormir pensando en el momento en el que me preguntes lo que siento y no pueda contestar a eso. Porque es el tipo de preguntas que no se contestan con un "no sé", aunque en realidad sea lo que voy a contestar. Porque no me gusta poner nombre a los sentimientos y no me apetece volver a sentir aquello que hace que se nos encoja el corazón.
Y me duermo con un último pensamiento:no estoy preparada para esa pregunta, pero responderé con un beso.

Si no miras para no ver lo malo, tampoco verás lo bueno.
"Si tu felicidad depende de lo que hagan los demás, supongo que estarás en aprietos." Richard Bach

miércoles, 12 de enero de 2011

Faltan siete palabras para que mis labios caigan en el infierno

Me encanta pensar en las gominolas chupadas y darme cuenta de que hice bien en no masticarla, alguien lo hará por mí. Pronto.

Una llamada perdida.

Me gusta jugar con fuego. Y hacer entradas aquí con cosas que no importan a nadie pero que me hacen quedarme más agusto que cuando me quito los tacones el domingo por la mañana.

Otra llamada perdida.

El maldito destino se aburre y me gasta bromas de mal gusto, como cuando suena esa canción, sonrío, y me enfado en milésimas de segundo.
Miro el movil y solo se ve la hora. ¡Joder! Y lo guardo y no me acuerdo de qué hora es, pero no miraba eso.

Me hago fotos recién levantada y no las borro porque así es como soy.

Llega el jueves y no sólo aparece la hora en el movil, pero ahora sí que quería saberlo para calcular cuánto tiempo me queda para salir a matar. Apagaría el movil, pero por algún motivo prefiero no hacerlo. Y no es que se acuerde de mí, es que se acuerda de los que me recuerdan a diario. Y a mí me da la risa floja.

Otra vez más.

Dame más razones con hielo... y con azúcar. Me gusta muchísimo planear el asalto al mundo. Planear cosas estúpidas e inmaduras, porque soy inmadura, pero no estúpida. Escondí las ocho letras en el cajón de NO y la llave se me cayó cuando me agaché a buscar la vergüenza.

Una llamada perdida más.

"Es tan corto el amor y es tan largo el olvido." Pablo Neruda