Me gusta escribir, me gustan las citas, las palabras esdrújulas, sobre todo la música, y el olor a piscina. Siempre pongo el despertador a una hora no exacta. Creo en las casualidades, en el karma y en las coincidencias. Creo en mí más de lo que debería. Me gusta el azul ozono cuando se refleja en el mar y los sabores ácidos. Suelo planearlo todo para luego saltarme hasta el último de mis planes. A veces olvido lo importante y recuerdo cosas que me dan patadas en el corazón. Finjo dolores de cabeza para masticar aspirinas. Me angustia no ser capaz de hacer algo y me agobio cuando pierdo la paciencia intentando entender la vida. Creo que todos deberíamos leer El Principito varias veces a lo largo de nuestra vida. Como a cucharadas la leche condensada y decido caer en todas las tentaciones, pero sólo por voluntad propia. Me gustan los juernes, pero por algún motivo que se escapa de mi comprensión, también me gustan los lunes. Inconscientemente, siempre elijo el camino difícil. No tengo tiempo para pensar mientras apuro el veneno. Me gusta muchísimo dormir, me encanta, es uno de los mayores placeres de este mundo, aunque esté infravalorado. Soy impaciente, como quien cierra los ojos y espera un beso con la boca abierta. Tardo un segundo en notar sus labios en mi boca. El segundo más largo del mundo. Odio los “telodijes”, detesto dividir, me gustaría volar, pero tengo vértigo. No soporto a los que no saben escribir mi nombre, me río con facilidad y los días tristes intento llevarlos por dentro. Me siento sola entre la multitud y no hay nada que odie tanto como las dudas. Evito que escuchen lo que pienso sonriendo mientras miento. Y no me gusta nada, pero a veces es tan necesario mentir como respirar.
"Lo esencial es invisible a los ojos". |
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